Yoga, el canto de la vida
Tras 21 años como practicante de yoga y 18 de ellos también como profesora, he recorrido un camino que no deja de llenarme de descubrimientos profundos que me llegan a través del cuerpo.
Me declaro absoluta y conscientemente enamorada de mi cuerpo, de los cuerpos y la vida y sabiduría que existe en ellos. He aprendido que el más grande maestro no está en los Himalayas o en cualquier otro lugar, sino bien cerquita de mí, es mi propio cuerpo. Un depósito de sabiduría, de presente, de verdad, cuyo aprendizaje llega a todo aquel que quiera escuchar.
El cuerpo es nuestro hogar, nuestra propia TIERRA, nuestro centro de energía y equilibrio. A través de él podemos volver a recordar la sacralidad de la vida, esa sacralidad que hemos olvidado y que tanto sufrimiento causa, aún más en nuestros días.
Enfermos de civilización y desconectados de la grandiosa naturaleza que somos, hemos cambiado el Ser por el tener, nos hemos alejado de la madre tierra, del agua, del aire, del fuego, del cosmos, elementos que nos constituyen y que nos permiten sentir ese instinto gregario de pertenencia, una de las características humanas que más necesitamos recuperar. A cambio…. se ha cultivado la idea de que somos seres independientes y autosuficientes olvidando que formamos parte de un todo mayor que da sentido y propósito a nuestra vida.
El yoga vuelve a conectarnos, con nosotros mismos y con la vida, aliviando el dolor físico, emocional y mental que supone vivir alejados de lo que realmente sustenta nuestra vida.
Cuando desde el yoga trabajamos sobre nuestro cuerpo, conectamos con lo esencial, nos damos cuenta a través de la respiración profunda y plena, de que el AIRE es necesario para la vida de cada una de las células que nos constituyen, que toda la vida respira y que cuando lo hacemos a conciencia, los tejidos de nuestro cuerpo se relajan y revitalizan.
Cada vez que a través de las asanas (posturas corporales alineadas y conscientes) aprendemos a crear en nosotros espacio y nutrición, facilitamos que nuestra AGUA (la sangre, la linfa y cualquiera de los líquidos de nuestro cuerpo) puedan hidratar lo que se iba quedando árido en nosotros.
El FUEGO, que se ocupa en nosotros de la digestión y que ocurre no sólamente en el aparato digestivo sino también en cada una de nuestras células, es lo que permite la nutrición y el calor necesario para el sostén de nuestra vida, es el motor de nuestra motivación, pasión y de la fuerza que nos lleva hacia delante. Todo ello nutre nuestras células, al igual que el sol, el agua y el viento alimenta la tierra.
Si estamos en la naturaleza, si la observamos con atención, podemos darnos cuenta del increíble equilibrio, serenidad y plenitud que existe en ella y que desgraciadamente ya no encontramos en nosotros.
Yoga es una invitación a regresar a ese estado de Ser en Plenitud, de ser junto a todo lo demás, sin excluir nada, porque la vida nada excluye, todo lo integra. Así abrazamos desde la consciencia la luz y la sombra que somos y entramos en paz profunda y en entendimiento profundo de la Vida.
Yoga es una invitación a regresar a tu cuerpo, a explorarlo, a sanarlo en la medida de lo posible, a hacer las paces con él y en definitiva así con el resto de la Vida. A fin de cuentas, es un amigo que te acompañará de por vida, literalmente hasta el final.
Aceptar tu cuerpo, regresar a él, amarlo y cuidarlo es todo un proceso. Y si aprendes a “confiar en el proceso” te liberarás de muchos problemas y llevarás también, junto a él, a tu mente y a tu alma, a un estado de paz y alegría. Es decir, a un estado de SALUD INTEGRAL.
El yoga te ofrece un método para llegar ahí, porque no es fácil encontrar el camino de regreso.
Es mi propósito poder acompañarte en este proceso de reconexión, para que juntos podamos encontrar la tan ansiada calma y felicidad.